La viajera en mis manos, desmayada,
traje suave de verde y amarillo,
vino migrando como pajarillo,
acunada en mis manos, adorada.
Ella cuasi dormida, yo lloraba,
un viaje largo y sin lazarillo,
soplaba un tenue viento, paramillo
pensando solo en ti yo la besaba.
Vino a dejar tu recado en mi vida,
incrustado por siempre permitido,
no existen más distancias entre nos.
Es siempre con mis besos revivida,
que no haya más un corazón herido,
es sabia rosa, cómplice de dos.
Ana Lucía Montoya Rendón
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