Nos dejaste un poco, nos queda tu alegría:
tus bromas, tu sonrisa, y esa forma tan tuya
de hacer todo sencillo, tan fácil, y que fluya
la risa como llama que alumbra cada día.
Eras un niño grande, tu corazón tenía
esa especial dulzura, y suavidad que arrulla
al que sufre: cada pena la hacía suya
y jugando, entre risas, la pena deshacía.
Porque Dios llama antes, sin duda, a los mejores
quiso llevarte pronto a las pistas del cielo
para poner las nubes cual redes sobre el mundo,
y para abrir las pistas de los campos de flores,
para encender el foco del sol, rasgar el velo
oscuro, y darnos luz tu corazón profundo.
Blanca Barojiana
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