
La realidad se adapta a mi locura
tan bien, que hasta el paisaje cotidiano
destaca contundente y meridiano
por sobre la razón y su censura.
El tiempo, labrador de mi estatura,
orfebre de mis días, artesano
de mi profundidad, esculpe a mano
con paciencia de autista mi figura.
Pero, incansable adúltera, la vida
nos engaña rodeándonos de espejos
que tomamos, ingenuos, por verdades.
E, ignorantes, jugamos la partida
y apostamos confiando en los reflejos
que son, en realidad, deformidades.
Cristina Longinotti
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