Volverás a clavarme tus puñales
con la cruel precisión que da la entrega;
volverás como vuelve el estratega
a sus mapas, sus cruces, sus señales.
Volveré a despoblarme en los eriales
donde el consuelo tuyo nunca llega;
volveré a quedar muda, sorda y ciega
por tus flechas de amor, que no son tales.
Resulta inevitable que me hieras,
que me des a beber del mismo vaso
amor o soledad, según prefieras.
Es la lógica absurda de este caso:
resulta inevitable que me quieras
y me mates, amor, a cada paso.
Cristina Longinotti
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