Quisiera, con mis labios, un segundo
demorarme en los tuyos y, en la ahondada
caverna de tu boca aprisionada,
deletrear los misterios de este mundo.
Quisiera sumergirme en el fecundo
abismo de tu cuerpo y, deslumbrada,
visitar con mi mano enamorada
cada rincón que late en lo profundo.
Quisiera recorrerte paso a paso
en toda la extensión incandescente
de tu piel florecida en luz y sombra
y descansar después, en el ocaso
del amor transcurrido lentamente,
mientras el eco de mi voz te nombra.
Cristina Longinotti
"El material editado en "Muestrario de Palabras" goza de todos los Derechos Reservados. La administración confía en la autoría del material que aquí se expone, no responsabilizándose de la veracidad de los mismos."
1/28/2008
1/16/2008
El amar (en soneto).
Sea entonces con la azafata
con la negra o la linda mulata,
la mas rubia o la pelirroja,
la que te toque o la que escoja.
La mujer que a vos te arrebata
simplemente de un sólo tirón.
aunque sea su ropa pacata
o aún de percal o de chifón.
Es una brisa, es gloria el amar
sea despacito, o suavemennte,
o casi total y completamente.
Al observar su bello , dulce mirar
ver como , gozosa.llena su mente
cuando uno nota que ella siente.
Oscar N. Galante
con la negra o la linda mulata,
la mas rubia o la pelirroja,
la que te toque o la que escoja.
La mujer que a vos te arrebata
simplemente de un sólo tirón.
aunque sea su ropa pacata
o aún de percal o de chifón.
Es una brisa, es gloria el amar
sea despacito, o suavemennte,
o casi total y completamente.
Al observar su bello , dulce mirar
ver como , gozosa.llena su mente
cuando uno nota que ella siente.
Oscar N. Galante
1/12/2008
Soneto a la triste dieta
Soneto a la triste dieta
Ya no más esos bellos choripanes,
suculentas tostadas con manteca,
fugazetta de muzza y masa hueca,
ni helados de crema artesanales.
Ahora son los yogures nuevos manes
y las tartas de acelga nuestra Meca,
ensaladas de chaucha magra y seca,
en el plan del almuerzo, los brahmanes.
Es tan triste del viaje la bandera,
pues silueta es un barco que trasbordo
con el vientre calado en ruido sordo.
¡Ay vil dieta, qué santo te aboliera!,
que por si la gordura ya no fuera:
¡Qué feliz que estaría ser un gordo!
Dragon Bet
Ya no más esos bellos choripanes,
suculentas tostadas con manteca,
fugazetta de muzza y masa hueca,
ni helados de crema artesanales.
Ahora son los yogures nuevos manes
y las tartas de acelga nuestra Meca,
ensaladas de chaucha magra y seca,
en el plan del almuerzo, los brahmanes.
Es tan triste del viaje la bandera,
pues silueta es un barco que trasbordo
con el vientre calado en ruido sordo.
¡Ay vil dieta, qué santo te aboliera!,
que por si la gordura ya no fuera:
¡Qué feliz que estaría ser un gordo!
Dragon Bet
1/08/2008
De cómo las cosas no suelen ser lo que parecen en el sexo
Primavera que enervas al sentido
y de vivos produces los anhelos
iba, en ti, un mosquito asado en celos
mas no había mosquita en su camino.
Vio a elefanta, en el claro allí vecino,
rebatirse impúdica y sin velos;
que sus carnes actuaron como anzuelos,
con su trompa en el río cristalino.
Y el pequeño se dijo: “yo me mando”,
temerario alojóse en el postrero,
y empezóle un frenético entrevero.
Ahí mordióla un caimán, traidor, nefando.
Fanfarrón dijo el bicho con agrando:
“¡Grita, perra, a mi porra de guerrero!”
@Fantasma Bet
Legado
Fueron dardos preñados de veneno,
embajadas de pétalos difuntos,
relámpagos de soles cejijuntos
cegados por la luz y por el trueno.
Luto de albas que, el día de su estreno,
lloran sueños habidos y presuntos;
traidores que subastan los asuntos
de estado en un remate vil y obsceno.
Jinetes de la peste, cabalgaron
tu piel marcando a fuego las señales
de mi pasión maldita y sus excesos.
Y, al morir el amor, te desahuciaron
con la herencia funesta de sus males:
ese fue el testamento de mis besos.
Cristina Longinotti
embajadas de pétalos difuntos,
relámpagos de soles cejijuntos
cegados por la luz y por el trueno.
Luto de albas que, el día de su estreno,
lloran sueños habidos y presuntos;
traidores que subastan los asuntos
de estado en un remate vil y obsceno.
Jinetes de la peste, cabalgaron
tu piel marcando a fuego las señales
de mi pasión maldita y sus excesos.
Y, al morir el amor, te desahuciaron
con la herencia funesta de sus males:
ese fue el testamento de mis besos.
Cristina Longinotti
1/05/2008
Dedicado a mi amiga Lena, por sus bondades.
Bello soneto nació de tu pluma…,
cantando en tu blog, un escrito has puesto,
al mal aprendiz, buscando maestro,
y has conseguido, muy grande fortuna.
Me fijo incansable en la blanca espuma,
tratando de armar un poco mi cuento,
copiando siempre del dulce elemento
siendo cauteloso, por mis muchas dudas.
Pregunto a los cielos, al agua, y al viento
si hay algo que de la eterna hermosura,
y contesta el trueno, con ronco lamento.
Solo en mi esperanza, en baldío intento,
aunque conociendo a una bella Luna,
acabé encontrando, el final del verso.
Emilio Medina M
cantando en tu blog, un escrito has puesto,
al mal aprendiz, buscando maestro,
y has conseguido, muy grande fortuna.
Me fijo incansable en la blanca espuma,
tratando de armar un poco mi cuento,
copiando siempre del dulce elemento
siendo cauteloso, por mis muchas dudas.
Pregunto a los cielos, al agua, y al viento
si hay algo que de la eterna hermosura,
y contesta el trueno, con ronco lamento.
Solo en mi esperanza, en baldío intento,
aunque conociendo a una bella Luna,
acabé encontrando, el final del verso.
Emilio Medina M
1/04/2008
La lanceta
Contemplaré mi sombra desangrada
cuando caiga por fin la última gota
del amor deshojado que se agota
en la esperanza abierta y no vendada.
La lanceta golpeó, bien afilada,
en el lugar correcto y, manirrota,
la ilusión desbordó con su devota
e impúdica pasión descontrolada.
Quizá el sangrado afloje la constante
presión que sufre el alma y debilite
el amor que la enferma y la extravía.
O, como Eunice al lado de su amante,
el flujo de su sangre precipite
por no vivir sin él un solo día.
Cristina Longinotti
cuando caiga por fin la última gota
del amor deshojado que se agota
en la esperanza abierta y no vendada.
La lanceta golpeó, bien afilada,
en el lugar correcto y, manirrota,
la ilusión desbordó con su devota
e impúdica pasión descontrolada.
Quizá el sangrado afloje la constante
presión que sufre el alma y debilite
el amor que la enferma y la extravía.
O, como Eunice al lado de su amante,
el flujo de su sangre precipite
por no vivir sin él un solo día.
Cristina Longinotti
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