Cristina Longinotti
La fría soledad se arrastra y trepa
desde mis pies incautos hasta el pecho
y, como si tuviera algún derecho,
transforma mi vergel en una estepa.
La oculto: no me gusta que se sepa
que el monstruo vive en mí y está al acecho;
jamás confesaré que le di techo
por piedad, y aún así gruñe y me increpa.
Por tener compañía, la alimento
con restos de un amor desencontrado,
manjar que la mantiene siempre alerta.
Cuando se acabe al fin el bastimento,
devorará mi corazón helado
y ya no estaré sola, sino muerta.
Cris
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