
Amor gitano, nómade y variable
como el viento que sopla donde quiere:
si no puede volver a mí, se muere;
si se queda, se vuelve ingobernable.
Amor que viene y va; amor mudable
que ilumina mis días y me hiere
de luz y oscuridad; que me requiere
y me abandona luego, imperdonable.
El azar compulsivo e inconstante
una noche cualquiera me lo quita
y lo trae de vuelta una mañana.
Y yo salgo a esperar al trashumante
cuando, condescendiente, me visita,
gitana como él: también gitana.
Cristina Longinotti
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